El napolitano Francisco Caracciolo, nacido en 1563, caía enfermo de lepra a la edad de veinte años. Desahuciado por los médicos y abandonado por sus amigos, Francisco hizo voto de tomar los hábitos si se curaba de esta enfermedad.
Francisco Caracciolo, socorriendo a presos, enfermos y reos de muerte
Se obró el milagro y Francisco Caracciolo cumplía su voto haciéndose miembro de la Hermandad de Nuestra Señora del Socorro, desde la que ejercería la caridad con enfermos, encarcelados y reos de muerte.
Andando el tiempo, y en colaboración con Fabricio Caracciolo y san Agustín de Adorno, fundaría la orden de Clérigos Regulares Menores, de la que ejerció como general y que se extendería más adelante por España.
Habida cuenta del modo en el que consagró su vida a quienes más lo necesitaban, siempre podemos recordar a Francisco Caracciolo en momentos en los que la ley, injusta, puede hacernos mucho daño. En este sentido, podemos pedir su intercesión de la siguiente forma:
Padre Francisco Caracciolo, tú que fuiste cayado de fe para quien te necesitó en las horas sombrías en las que la ley, implacable, respondía a mandatos antes humanos que divinos, te suplico que intercedas por mí en esta situación [reflexionamos o enunciamos la mencionada situación] y ruegues al Señor que ilumine a quien me juzga para que lo haga con justicia y clemencia. Amén.
Modernos Caracciolo
Y, para los que se hallan ya presos, la archidiócesis de Burgos ha compuesto y publicado una oración más recientemente que reproducimos aquí íntegramente:
“Señor Jesús, Tú siempre te mostraste amigo de los pequeños, de los pobres y de los excluidos: hasta el punto de querer pasar por la experiencia del preso: fuiste denunciado, detenido y apresado en la oscuridad de la noche, conducido a la cárcel y sometido a interrogatorios, insultos, burlas, malos tratos y torturas, juzgado sin las debidas garantías, condenado y ejecutado (como muchos a lo largo de la historia y también hoy).
Tu amor te llevó a identificarte con ellos y a permanecer presente en ellos: estuve en la cárcel y viniste a verme. Ante este gesto tan desconcertante nos atrevemos a pedirte por las presas y presos de hoy para que:
– No piensen que porque la sociedad los condena, Tú los rechazas.
– No renuncien ni un solo momento a su dignidad de personas e hijos de Dios.
– No pierdan nunca su libertad interior.
– No se desesperen ni caigan en depresión.
– No renuncien a esforzarse contra todo tipo de opresión, represión e injusticia.
– Se afanen en cambiar de conducta.
– Hagan por su vida y por su reinserción.
– No abandonen a sus familias y amigos, ni sean abandonados por ellos.
– Su situación los acerque más a Ti y sean cosalvadores del mundo.
También queremos pedirte por nosotros, la sociedad y la Iglesia para que:
– No rechacen a las presas y presos por el hecho de serlo.
– Les respetemos como personas que son.
– Te veamos y sirvamos a Ti en ellos.
– Los acojamos con cariño y comprensión cuando recobren la libertad.
– Les acompañemos y ayudemos a reinsertarse.
– Nuestro amor, en definitiva, les ayude a descubrir que Tú les quieres.
Te lo pedimos por María, tu Madre y nuestra Madre. Amén.”