El santoral nos indica que el 3 de junio es Santa Clotilde, reina de los Francos. Tras la muerte del rey, su marido, al que ella misma convirtió al cristianismo, sus hijos se embarcaron en luchas por el poder.
Santa Clotilde, reina y madre ejemplar
Tras años de enfrentamientos, los aspirantes al trono estaban a punto de enzarzarse en una gran batalla, a pesar de las súplicas de su anciana madre, ya retirada y dedicada a la oración y la caridad.
Clotilde, entonces, rezó por que sus hijos no disputaran la batalla y una tormenta como no se recordaba en la región hizo retroceder a las tropas antes de poder recibir la orden de ataque. Ante esta señal, ambos hermanos se reconciliaron. Clotilde moría plácidamente un mes más tarde, en el año 545. Sus propios hijos cargaron, juntos, el ataúd.
Es por eso que Santa Clotilde es una fenomenal abogada e intercesora en las disputas familiares, a la que muy bien puede rezársele así:
Santa Clotilde, tú que lograste que tus hijos se amaran a pesar de sus diferencias, tú, cuya fe evitó una guerra entre hermanos con la sola fuerza de la oración, intercede por mi familia ante Dios Nuestro Señor y que él nos ayude e ilumine en estas horas de luchas, rencores y zozobras. Amén.
San Ovidio, San Oído
Otra de las onomásticas que celebramos este 3 de junio es la de San Ovidio. Curiosamente, la abogacía de este santo no procede de los milagros que hiciera allá por el siglo II. El papa Clemente I envió a este siciliano a predicar a Lusitania. El nombre en latín del santo Ovidio era Sanctus Auditus.
En portugués se adaptó el apelativo como Sao Ouvido, que significa “San Oído”. De ahí evolucionó a San Ovidio. Es por esto que se le atribuye la abogacía y la intercesión ante la Divinidad por los problemas y males de oído. Una forma de pedir su ayuda ante este tipo de males sería:
Padre San Ovidio, vos que predicasteis entre infieles, vos que trajisteis al redil de la fe a Santa Marina de Aguas Santas y a sus hermanas, impidiendo que se perdieran después de su abandono. Vos, santo padre, interceded, os lo ruego, ante Nuestro Señor de modo que, si tal es su voluntad, me libre del mal que me aqueja y pueda disfrutar a Su mayor gloria del don del oído. Amén.