Una de las molestias más frecuentes y que, a la vez, más fácilmente pueden influir en nuestro día a día es un dolor de cabeza. Para rogar el favor de un alivio pronto, podemos rezar, con fe, de la siguiente manera:
La sanación por la fe
Señor Dios, Padre de toda misericordia:
Gracias pues en tu cuerpo mortal, Jesús, soportaste todas y cada una de nuestras enfermedades. Gracias pues fue el dolor de tus llagas el que nos curó a todos nosotros.
Ayúdanos a creer siempre que la verdad se halla en Tu Palabra, de forma que podamos siempre luchar, con fe, contra cualquier dolencia, cualquier enfermedad, cualquier síntoma que esté minando la salud de nuestro cuerpo mortal.
Enséñanos, Señor Dios Nuestro, a proclamar la Palabra de ti poder, verdadera espada del Espíritu, que nos permite combatir cuanto oímos, vemos o sentimos. Muéstranos el camino para combatir toda falta de fe; para, por creer en ti recibir la salud que ya tú nos diste con tu sacrifico en el Calvario.
Que vivamos, Dios mío, por la fe y no por la vista. Haz crecer nuestra fe para que podamos creer que tú eres el Dios omnipotente; que es Tu sola y perfecta voluntad que sane este dolor de cabeza que daña a mi mente y a mi cuerpo, del mismo modo que sanas los males de mi alma.
Danos fuerza en la debilidad, ayúdanos en la batalla de la fe. Ayúdanos, Señor a creer y a profesar, más allá de cualquier circunstancia, tu Palabra, que es la única verdad. En el nombre de Nuestro Señor. Amén.
Palabras que curan cualquier mal
Otra fórmula ante la misma molestia, en este caso encontrada en el blog emilioluz.blogspot.com.es sería:
“Colocar las manos en Cruz sobre la cabeza de la persona y decir.
“Por el poder del padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, yo te libero de todo mal”
Hacer cruces desde la frente hasta la nuca). Repetir”
Realmente, más que una oración al uso, tal y como se entiende en la tradición cristiana, esta fórmulas se parece más a un mantra hindú que no tenga que ver con la religión más que en el enunciado, en las palabras que se repiten una y otra vez.
No podemos decir que una fórmula sea más efectiva y otra menos: lo verdaderamente efectivo es la fe de cada uno, algo que va más allá de rezos o fórmulas preestablecidas.