Si la oración es ya de por sí un acto bello, de bellas palabras, añadiéndole música conseguimos que esta alcance aun mayor belleza. Mayor trascendencia incluso. Lejos de distraernos de nuestras palabras, la melodía y los acordes han de reforzarlas por un lado y ayudarnos a interiorizarlas por otro.
Padre Nuestro que estás en los sonidos del silencio
Tal es el caso de este Padre Nuestro, que se canta con la música de “The sounds of silence” de Simon & Garfunkel
Padre nuestro tu que estás
en los que aman la verdad,
haz que el reino que por Ti se dio
llegue pronto a nuestro corazón,
que el amor, que tu hijo,
nos dejó, ese amor…
habite en nosotros.
(Se reza la oración tradicional del Padre Nuestro)
Y en el pan de la unidad,
Cristo danos Tú la paz
y olvídate de nuestro mal,
si olvidamos el de los demás,
no permitas, que caigamos
en tentación…
oh señor…
y ten piedad…
del mundo.
http://www.youtube.com/watch?v=2BO6KvQZ2CY
Rezando en el viento
Pero no sólo de oraciones tradicionales viven los rezos cantados: tenemos un ejemplo de ello en “Saber que vendrás”, una canción que revisa el (delicioso) tema de Bob Dylan “Blowing in the wind”, diciendo:
En este mundo que Cristo nos da,
hacemos la ofrenda del pan,
el pan de nuestro trabajo sin fin,
y el vino de nuestro cantar.
Traigo ante Ti nuestra justa inquietud:
«Amar la justicia y la paz».
SABER QUE VENDRÁS, SABER QUE ESTARÁS
PARTIENDO A LOS POBRES TU PAN.
La sed de todos los hombres sin luz,
la pena y el triste llorar,
el odio de los que mueren sin fe,
cansados de tanto luchar.
En la patena de nuestra oblación,
acepta la vida, Señor.
SABER QUE VENDRÁS, SABER QUE ESTARÁS
PARTIENDO A LOS POBRES TU PAN.
Oraciones sincopadas
Continuamos hablando de música y de oraciones: aunque en los tiempos de Carl Orff los Carmina Burana (algún día hablaremos de ellos) no fueran sino una colección de cantos de arrepentimiento de clérigos medievales vagabundos, el compositor alemán los revisó y convirtió en lo que es, si nos ahorramos la siempre reduccionista mirada política, una de las grandes maravillas de la música del siglo XX.
He aquí la letra del más célebre de todos ellos (hemos traducido la poesía del latín), en la que un clérigo atribuye sus pecados y malaventuranzas a la Dama Fortuna:
Oh Fortuna,
como la luna
cambiante,
siempre creciendo
y decreciendo;
detestable vida
primero oprimes
y luego alivias
a tu antojo;
pobreza
y poder
derrites como el hielo.
Destino monstruoso
y vacío,
tu rueda da vueltas,
perverso,
vano es el bienestar
y siempre se disuelve en nada,
sombrío
y velado
me mortificas a mí también;
ahora por el juego
traigo mi espalda desnuda
para tu villanía.
El Destino está contra mi
en la salud
y la virtud,
empujado
y lastrado,
siempre esclavizado.
A esta hora
sin demora
toca las cuerdas vibrantes;
puesto que el Destino
derrota al más fuerte,
¡llorad todos conmigo!
Tenemos un ejemplo de rezo tradicional con música adaptada, otro de letra compuesta con música adaptada; un tercero de letra adaptada con música compuesta para ella… Podríamos seguir combinando letras músicas, adaptaciones, clásicos, contemporáneos… En fin, de todo.
Pero la idea es más bien que oremos, de modo que nos vamos a quedar con una deliciosa forma de pedir perdón por nuestros pecados: un kirie que nos lleva al éxtasis del canto neumático: